Bajo la cascada

Caminaba totalmente desorientado bajo una gran cascada, por una esplanada enorme, quizá tres veces más grande que un campo de béisbol. Bueno, más bien corría. De aquí para allá, sin saber qué camino seguir.
Había conseguido llegar al pueblo y había salido a pasear un rato. ¡Y ahoran o sabía volver! ¡Viva mi sentido de la orientación!
Menos mal que se suponía que estaba más desarrollado que el de los humanos...

Me paré frente a la cascada, contemplándola y escuchando el estruendo que hacía. Era tranquilizador...

Me di cuenta de que una chica se había quedado contemplándome tras de mí. Me giré y la miré fijamente a los ojos, intentando que me tuviera miedo. No necesitaba amistades en aquel sitio.
Como vi que no se movía, ni siquiera parecía temblar, intenté ser lo más desagradable posible.
- ¿Qué miras? - le pregunté secamente.

- No es necesario que me grites - le contesté. - Si querías que me fuera de tu campo de visión, bastaba con que me lo pidieras.
Me giré una vez más para mirar la cascada e hice ademán de irme, aunque en realidad no quería.

Me lo pensé durante unos segundos.
- Está bien - contesté.
Al final acabaría haciendo amistades... Genial...
- En fin... - susurré, intentando que ella no me oyera. Intenté entablar conversación con ella - ¿Cómo te llamas? - le pregunté.

- Pues a mí me gusta Eluney... - dije, sincero por primera vez. - Yo me llamo Robert. Robert... Ulliel. Pero el apellido como que no interesa - dije, y sonreí. Esperaba que ella no interpretara mal mi sonrisa.

- No - respondí -. En realidad llegué ayer.
Metí las manos en mis bolsillos. ¿Por qué no ocurría nada? Normalmente siempre que me acercaba a una chica o tenía novio, o estaba casada, o viuda, o huía... ¡Cualquier cosa! ¿Por qué ahora no? Aquello no pintaba nada bien...
- ¿Ocurre algo? ¿Por qué no huyes de mí? - pregunté. Entonces me di cuenta de que quizá ella no se había dado cuenta de nada.
Aunque era imposible... me había tocado, debía de hacer sentido mi fría piel... y entonces haber preguntado al menos. Pero no...

Me reí.
- Tranquila, nena, sé defenderme yo solo. Te lo aseguro - le dije. Parecía no saber absolutamente nada. Lo cual, en parte, era mejor... O quizá peor. Esperaba que no me diera ningún ataque y no acabara bebiéndome su sangre. Que por cierto, olía bastante apetecible.
- Hueles bien... - dije, sentándome a su lado. - Hasta ahora no me había dado cuenta. ¿Me dejas ver las partituras? - pregunté, señalando la libreta. - Yo toco el piano... Creo que se me da bien - sonreí.

Volví a reír.
- ¿De verdad suena así mi voz? Eres la primera persona a la que no atrae en absoluto - sonreí -. Pues... las partituras no están nada mal. No parece que hagas un intento...
Me paré a mirar unas cuantas.
- ¿Vas a tocar la guitarra o tengo que esperar a que den las uvas? - reí.

-Yo no he dicho que suena asi...tu voz me encanta pero no voy al primero que conozco y le digo: oye tu voz me gusta mucha ¿que tal si te grabo y te pongo de alarma del movil?-dijo riendo, tomo aire y empezo a tocar una cancion, se equivocó unas cuantas veces, pero al fin logro concentrarse.
-¿contento?-dijo mientras tocaba la ultima nota de la cancion


Off: la cancion es Your Call (L)

- En mi vida la había oído... Me encanta. - respondí. - Pero... yo te he dicho que olías muy bien, supongo que tampoco es para tanto que me digas que mi voz es bonita, ¿no?

Off: Your quéeee? xDDD

- Oh - dije. Necesitaba una excusa antes de que empezara a abasallarme a preguntas que no sabía si podía o no responderle -. Digamos que... tengo un buen olfato. - Contesté.
La excusa no era muy buena, la verdad, pero al menos no se evadía de la realidad como algunas que había oído decirle un vampiro a un humano con anterioridad.
- Cambiemos de tema - dije, intentando zanjar aquel tema -. ¿Conoces mucho este pueblo? Fui a dar una vuelta y ahora... no sé cómo volver hasta Forks - dije, atusándome el pelo con una mano.

- Gracias - asentí, sonriendo con una de aquellas sonrisas que podían hechizar a cualquier mujer, arrepintiéndome al instante por no haberla hechizado, aunque fuera un poco, a ella. No quería tener problemas nada más llegar. Por mucho que me gustara meterme en líos, no era aconsejable.

Nos quedamos un rato más allí sentados, contemplando la cascada y, por una vez en mucho tiempo, respirando aire puro, sin decir absolutamente nada. Hasta que tuve que romper el silencio por incomodidad.
- ¿Cuántos años tienes? - dije, para intentar conversar de nuevo con ella, que tenía la vista perdida -. Debes de ser joven; o al menos lo aparentas.
Sonreí amablemente.

- Huy, sí, estoy hecho un vejestorio - reí -. Tengo cient... - entonces callé, recordando que era mejor no comentar mi edad y decir la de cuando había muerto, a los veintiún años. Me quedé una milésima de segundo pensando, pero ella no pareció darse cuenta, y rectifiqué -. Quiero decir, veintiuno.
Volví a sonreír, esta vez con toda la intención de hechizarla, a ver si con suerte conseguía olvidarlo. Y justo después volví a girar la cabeza para seguir mirando hacia la cascada, pensando sin pensar.

Oh, mierda, pensé. Mi sonrisa no ha servido de nada... ¡Responde la pregunta, tonto!
- ¿Eh? Oh, oh - contesté, ordenando mis ideas. Odiaba aquella voz que siempre andaba dentor de mi mente gritando y avisándome. ¡Ni que fuera mi padre -. No sé, siempre me ha gustado viajar. Y me gustan los sitios húmedos y fríos... No resalta tanto mi piel pálida - le dije, aunque para mí aquella frase tuviera doble sentido -. No creo que esté mucho tiempo aquí. Aun así, me gusta... un par de años, supongo. - Comenté, mirando al frente.