capricho (Vol.2)

Llevé a Nella a cazar, ella se veía bastante sedienta, además no iba a arriesgarme a andar por las calles de Seattle con ella, eso sería demasiado arriesgado. Aún no sabía si poseía alguna habilidad, por lo que supe que la caza sería de gran utilidad, si la tenía quizás la utilice.

-bien... ¿qué deseas?, los ciervos son los peores, te lo aseguro, si tenemos suerte podremos encontrar algún oso y cuando puedas controlarte mejor te dejaré atacar humanos en Seattle, pero por ahora... no -dije mientras caminabamos por el bosque en busca de alguna presa.

Al escuchar su voz tarareando aquella melodía me quedé instantaneamente paralizado, no sabía qué era lo que pasaba y estaba haciendo todo lo posible para poder dar un paso. Pude tener a la vista a Nella por un momento, continuaba cantando esa canción.

-deja de hacer eso -ordené, molesto por no tener el control de mi cuerpo.

Su voz era muy hermosa, y por más que por dentro no quería que pare de cantar si no paraba de hacerlo no podría moverme de allí, porque estaba seguro que era ella la causa de mi paralisis.

-Nella, deja de cantar -volví a decirle, para que entienda a qué me refería.

-sí, me molesta -dije, a la vez sintiendo cómo volvía a recuperar el control de mi cuerpo-. ¿No te das cuenta? -pregunté al notar que ella seguía como si nada.

Rodé los ojos, tratando de contenerme de no decirle nada de mala gana por más que lo deseaba con toda mi alma.

-tu voz -dije mirándola extrañado-. Cuando comenzaste a cantar perdí el control de mi cuerpo, no pude moverme más... -le expliqué, ya que si no lo hacia al parecer ella no lo iba a entender.

Quise acercarme para taparle la boca, ahora recordaba sus gritos en la casa de Seattle, pero volví a quedar inmovil. La fuminé con la mirada, luego me las pagaría. De todas formas no dejé de sentir curiosidad e interés en lo que podía hacer, estaba seguro de que Aro adoraría que se quede con nosotros.

-si no te detienes lo lamentarás -dije al ver que había extendido su canto más de lo deseado.

Cuando tuve la oportunidad, ya cansado de su juego me avalancé sobre ella, ambos caímos al piso y le tapé la boca con ambas manos antes de que vuelva a cantar.

-deja de estar jugando conmigo, porque así como te hice puedo destruirte -le dije seriamente mirando sus ojos carmesí.

La miré extrañado por el beso en la mejilla, no estaba acostumbrado a ese tipo de cosas. Además de que por mi personalidad las personas lo que menos querían era darme un beso.

Aflojé mi peso sobre ella y me levanté rápidamente. Me aclaré la garganta mientras fingía estar limpiando mi ropa inutilmente. Le di la mano para que se levante.

-vamos -me limité a decir y comencé a caminar nuevamente.

Caminé junto a ella, de repente la brisa trajo el aroma de un gran oso. La miré, esperando que haya sentido aquello.

-¿sabes dónde está? -pregunté, esperando que pueda decirme la exacta ubicación del oso.

Corrí detrás de ella, encontramos al oso a unos 30 metros, como había dicho, era grande y bastante salvaje, ya que a penas nos vio se puso a la defensiva.

-no te preocupes, su fuerza no puede hacerte nada -dije apoyandome en un árbol para ver mejor desde allí lo que Nella podía llegar a hacer, esta vez dejaría que la presa sea suya.

Volví a sentirme sin control propio, pensé en cómo sería estar a su lado en alguna guerra... Quizás habría alguna forma de que domine su don y no le afecte a todos, después podríamos ponerlo en práctica.

Acabó con el oso en instantes, pero estaba seguro que eso no le iba a bastar.

-aún tienes sed, ¿no? -pregunté, aunque la respuesta era obvia.

Me reincorporé del arbol al sentir el mismo aroma que ella había sentido. Aún recordaba el "tratado", no los podíamos cazar allí.

-Nella -dije en el mismo tono que un padre hubiese usado para su hijo para advertirle de que estaba haciendo algo mal.